Un nuevo día en el mercado de Pau. Chus Tudelilla en el Periódico de Aragón

Lina Vila. Un nuevo día en el mercado de Pau

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AUTORA: Lina Vila

LUGAR: Galería A del Arte

FECHAS: Hasta el 14 de noviembre

«… todo lo que se hace es autobiográfico. Sin embargo, uno de los objetivos de pintar era, para mí, escapar a mi biografía», fue una de las respuestas de Dorothea Tanning al cuestionario de Alain Jouffoy, en 1974. Lina Vila (Zaragoza, 1970) recupera un fragmento de la declaración de Tanning para titular su individual en la galería A del Arte. Escapar a la biografía para enfrentarla y pasar página. «No hay nada en mi pintura que corresponda a mi vida corporal» dijo Tanning, cuya instalación Habitación 202. Hotel de la amapola figuró en la muestra Formas biográficas. Construcción y mitología individual (MNCARS, 2013). Explorar la noción de «mitología individual» fue uno de los propósitos de aquel proyecto construido con obras de artistas que han hecho del relato (auto)biográfico el motivo de su trabajo. Como advirtiera Jean-François Chevrier, la elección de la materia de vida como tema principal supone que el relato se forma a partir de un material disociado, flotante, que se pega a la piel.

La emergencia de la experiencia biográfica puede implicar contradicciones en el encadenamiento de los hechos, cuyo discurrir avanza a impulsos. Al menos así ocurre en esta exposición de Lina Vila cuya narración fragmentada sigue un orden íntimo, amparado en el uso de lo simbólico. Todas las obras en exposición giran en torno a la serie de tres dibujos, Sin alas ni plumas: un paisaje etéreo de troncos en el que sobrevuelan plumas; el retrato de una mujer, con cierto parecido a Tanning, que porta una bandeja con la cabeza de un hombre con máscara; y su autorretrato destemplado que sostiene y aleja con desprecio la cabeza de un hombre oculto tras un antifaz. O quizá, la función de las caretas sea desvelar la auténtica personalidad de un personaje que vive disfrazado. En su autorretrato, Lina Vila sigue los modelos iconográficos de Judith y Holofernes de Mantegna o del David con la cabeza de san Juan Bautista de Caravaggio, aunque no hay que pasar por alto, en su crudo desdén, las dos versiones que Artemisa Gentileschi hizo de Judith y Holofernes. La primera, realizada tras el proceso traumático que sufrió durante el juicio tras denunciar a su maestro por violación. En la segunda, sus rasgos y los de Agostini Tassi aparecen en los de Judith y Holofernes. El tema es claro: la victoria de la mujer sobre el poder del hombre.

Los cardos ocupan el lugar del corazón y sostienen las débiles anatomías de la serie Desabrimientos, asaeteadas por plumas. La aspereza persevera. Y también las carencias; que hacen imposible tomar forma a los múltiples pliegues que como alas de mariposa o pétalos en flor se pliegan, despliegan y repliegan.

Al fondo de la sala, apuntes de un diario mínimo y urgente. En medio las verduras, recuerdo de un nuevo día en el mercado de Pau.

 

(Artículo original en Periódico de Aragón)

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