Exposición «Flora y Fauna». La Aljafería.

EN EL ORIGEN

Chus Tudelilla Laguardia

 

El huerto próximo a su casa centró la atención de Lina Vila. En concreto, un terreno donde crecían calabazasCalabaza enredadas en una urdimbre confusa e indómita de gruesos y velludos tallos y grandes hojas gruesas de formas lobulares. El vecino fue el primer sorprendido de que Lina Vila eligiera pintar su campo de calabazas, tan salvaje y feo, por qué no decirlo. Es evidente que desconocía la pulsión de la artista por imágenes destempladas que interrogan y precipitan a un mirar quebrado. De todos modos, el caótico fragmento del huerto aparece súbitamente organizado en la acuarela que abre la secuencia de obras, dispuesta según un orden que pugna con el deseo determinante de evitar un relato, cualquiera que sea, más allá de la decisión de pintar y dibujar.

De repente todo se precipitó, y lo que pudo haber sido la representación del huerto elegido en sus múltiples variantes se convirtió en escenario de una metamorfosis. A la acuarela primera siguieron numerosos papeles en los que Lina Vila perseveró en el dibujo de calabazas, ensayando obsesivamente las formas estriadas de sus cortezas con sucios perfiles negros sobre la superficie blanca del papel, hasta que el negro ocupó el fondo y la calabaza recuperó sus tonos de tierra y del verde de las hojas. El dibujo se alió entonces con la acuarela, técnica tan propicia cuando se trata de representar imágenes huidizas en un espacio donde se van a producir extrañas y misteriosas asociaciones tras hacer su aparición la figura femenina, de rasgos desleídos y casi sin forma más allá de la anatomía que la identifica, liviana y a un tiempo punzante en el sentido físico de la vida. Absorta en la contemplación de la naturaleza, tirando de la calabaza como quien arrastrara el peso del mundo, ansiosa por integrarse en su virtuosa reproducción que motiva la risa inclemente por tamaño despropósito, la silueta toma cuerpo y se convierte en exvoto. Georges Didi-Huberman ha reflexionado sobre la temporalidad diferente de los exvotos, que persiste y resiste a toda cronología por tratarse de objetos constituidos psíquicamente, objetos influidos por un síntoma que debe representar y conjurar, objetos a los que el donante está unido y que le unen a algo a través del modelado de aquello que le hace sufrir, que desea se transforme, se cure o se alivie. Es ahí, señala el autor, donde la forma votiva se dota de carne. En la secuencia actual de obras, Lina Vila no esculpe en cera como hiciera tiempo atrás, le basta con dibujar la tenue transformación orgánica que, tras hacerse efectiva en su desnudo arraigado en un tiempo psíquico, toma cuerpo real en el gran tondo donde la mujer y la naturaleza comulgan íntimamente mezcladas. Huertos y jardines dan testimonio de los inicios de la vida sobre el planeta y nos permiten soñar con el misterio de los orígenes, escribe Michel Baridon, para quien la decisión de Eva y Adán de excluirse del jardín del Edén quizás se deba a su deseo de ser libres para hacer tres grandes cosas: sellar la unión del hombre con la naturaleza, abrir el proceso del conocimiento y poner en marcha el tiempo.

Tondo

Catálogo exposición

 

 

Reseñas:

El Periódico de Aragón (27 de julio)

El Periódico de Aragón (16 julio)

Heraldo de Aragón (15 de julio)

Cortes de Aragón

 

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